(Creditos de Traduccion: Rammstein México)
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Till Lindemann, el vocalista y letrista de la banda
RAMMSTEIN, publicó un libro de poesía. Está por lanzar un segundo. Les
presentamos una conversación acerca de la Poesía, la Naturaleza como un Lugar
Sagrado y de su Vida como el hijo del Escritor de Alemania del Este, Werner
Lindemann.
Till Lindemann se encuentra en la cúpula de una torre de la
Ciudad de Berlín. La torre fue construida por el arquitecto Hermann Henselmann
en los años sesenta en la plaza Frankfurter Tor como un símbolo de poder de la
RDA. Ahora en su cúpula hay un gran salón. Por veinte años, al frente del grupo
RAMMSTEIN ha estado el Till Lindemann. No existe ninguna otra banda alemana tan
exitosa a nivel mundial. Lindemann también escribe poemas sin música rock. En
2005 su primer volumen de poesía se publicó bajo el título ”Messer” (Cuchillo). ”In
stillen Nächten” (En las Noches Silenciosas), es el segundo, una colección
de emocionantes, divertidos versos, a menudo desolados. Cuando hay que hablar
de Rammstein, Lindemann se muestra reservado, cauteloso. Cuando se trata de la
poesía y su origen, se encuentra más a gusto.
Die Welt: ¿Debemos hablar de la poesía?
Till Lindemann: En realidad, no. Es tan simple como que
lees un poema, puedes encontrar algo en él, o no. No conozco a nadie que sólo
lea poesía.
Die Welt: ¿No es así?
Lindemann: Ciertamente, especialmente todo lo antiguo.
Mi “Biblia” es un libro llamado: ”Deutsche Liebesgedichte” (Poemas de
Amor de Alemania). Una recopilación de ejemplares del Este. Hice una búsqueda
enBooklooker, ocurre de vez en cuando que aparece disponible únicamente un
ejemplar. Ya poseo 82 de ellos. Mi sueño es tener todo un estante lleno de ese
libro. En él, todo vale, desde Eichendorff hasta Hölderlin.
Die Welt: Uno de sus poemas se llama ”Día del
Padre”, «Tengo tus ojos en mi cara / Yo sé que/ No te conozco…» ¿Habla Ud. como
el Padre o como el Hijo?
Lindemann: Yo hablo con mi Padre.
Die Welt: Su padre, Werner Lindemann, reconocido en
la RDA como gran poeta y escritor señaló, acerca de su libro ”Mike
Oldfield im Schaukelstuhl” (Mike Oldfield en la mecedora) de 1988, que
realmente no se trata de la música de Mike Oldfield, sino de su visión de Usted
como su hijo.
Lindemann: Yo mismo me encargué, hace siete años, de
que el libro se volviera a publicar, después de hablar largo y tendido con mi
madre también. La segunda edición fue publicada por una pequeña editorial en
Rostock. Tuvimos que hacer una nueva imagen para la portada, conmigo en las
vías del ferrocarril.
Die Welt: A primera vista, pareciera que la imagen
de Usted que tiene su padre es de solamente un chico punk, loco por los gatos.
Su padre pareciera estar preocupado por usted en el libro.
Lindemann: Fue un asunto de aprendizaje; mis padres se
separaron y luego me mudé con mi padre al campo, en Rostock. Yo tenía 18 años
ya estaba harto de las fiestas, quería dejar detrás de mí todo el alboroto de
la ciudad, empezar una nueva vida en el campo. En casa de mi padre me fui a
vivir al ático, y él siempre venía a mi habitación y me molestaba por mi
música. Por ese entonces, oía una gran cantidad de metal y material
electrónico.
Die Welt: ¿De ahí la referencia a Mike Oldfield?
Lindemann: Sí, sí. Pero sobre todo escuchaba a Motorhead,
Deep Purple y otros ruidosos. Una vez, mi padre entró a mi habitación, listo
para quejarse. Pero desde que escuchó a Mike Oldfield, se sentó y dijo: «Eso
suena interesante». Para mí, fue un salto cuántico: Mi padre está sentado en mi
habitación, escuchando mi música y les resultaba buena también. Probablemente a
causa de la melancolía. Se sentó en la silla mecedora, que había construido yo
mismo (yo era un carpintero en ese momento en la granja). Yo me senté en la
silla que por lo general siempre tenía junto a la cama compartimos unos
cigarrillos hechos a mano.
Die Welt: Supongo que su padre no estaba muy de
acuerdo con su forma de auto-descubrimiento…
Lindemann: Creo que esa es la naturaleza de ser un
padre. Después de nueve años, decidí mudarme exitosamente una vez más.
Die Welt: ¿Qué sería lo que esperaba su padre, el
Poeta Nacional, de su hijo?
Lindemann: Creo que su problema era general, era que
quizá empezó a tener hijos demasiado tarde. La distancia con los problemas de
los jóvenes es una cosa de gran peso. Un hombre de 60 años de edad, no puede
entender por qué un chico de 16 años llega tarde a casa por la noche, ni
entiende el consumo de alcohol más allá de la medida, la alimentación poco saludable
e irse a dormir hasta muy tarde, ni, obviamente, el por qué arruinarse los
oídos con música a todo volumen. Mi padre estaba feliz de haber sobrevivido a
los bombardeos en las trincheras. Con una diferencia de edad “normal” de 20
años, los padres desarrollan más indulgencia en los conflictos entre padre e
hijo. Usted sabe cómo ha criado a sus hijos, y puede dormir tranquilo. Así lo
he hecho después con mis hijos.
Die Welt: Los poemas de Werner Lindemann eran
incluidos en la República Democrática Alemana en el Curso Escolar. ¿Para él
esto significaba ser un representante del sistema?
Lindemann: En ese tiempo, no creo que haya pensado eso.
O quizá fuera por la represión. Él había escrito poemas sobre Lenin, algo
acerca de “la Luz en el Kremlin”. Pero eso reflejaba el momento. Los
pintores habían pintado el realismo socialista. Escultores habían labrado
estatuas de los trabajadores. Mi padre tenía una buena vida. Él había elegido
quedarse a vivir en su país de origen como lo hago hoy. Él solía hacer viajes de
tres o cuatro semanas, visitando las bibliotecas y escuelas de toda la RDA, y
llegó a conocer en cada zona a todos los bibliotecarios y casi a cada maestro.
Como yo, tenía también una cierta tendencia turística. Si el dinero se le
acababa, regresaba a casa, a su oficina, se inspiraba, escribía poemas y se
dejaba ir.
Die Welt: Él fue co-fundador de la colonia Drispeth
para los artistas.
Lindemann: Drispeth, Meteln, Zickhusen. También
llegaron a vivir ahí Christa Wolf, Helga Schubert y Joachim Seyppel, debido a
que habían ido buscado refugio. De hecho, por ahí vivo hoy en día, en los
alrededores.
Die Welt: Su padre también compuso poemas sobre
Usted -«Él se quiebra con facilidad / Cada tuerca / Y no quiere eso /
Necesidad» -desde los nueve años. Esto no suena tan distante de los versos
infantiles de Werner Lindemann: «Hay un árbol / En él, un espacio hueco /
Ahí vive un pájaro carpintero / Me parece bien»
Lindemann: Si esto es hereditario, no lo sé. Se ha
convertido en un hábito muy deseable en cualquier caso, ya que empecé a
escribir ya en mi juventud madura. Más joven, entonces yo habría sido su “hijo
modelo”. Una vez, yo tenía diez u once años, me senté con él en el coche y
estaba molesto por la eterna pregunta acerca de lo que yo quería ser de adulto.
En realidad, yo quería ser pescador en alta mar. Atrapar esos enormes cangrejos
de herradura y llevarlos al pueblo, además, también quería fotografiar la
captura de tiburones. Mi padre me dijo que era un trabajo muy duro. Y yo le
dije: «Podría ser peor, no quiero terminar siendo escritor». Esto lo molestó
muchísimo. Se sintió ofendido en su honor. Vio cómo yo lo veía. Pero al mirar a
su trabajo ahora, tengo otra perspectiva. Es bueno tomar cierta distancia. La
importancia que muchos autores dan a sus obras es algo verdaderamente
aterrador. Ellos piensan que son el centro del mundo.
Die Welt: En “Weißes Fleisch” (Carne
Blanca), Rammstein canta «Mi padre era igual que yo.»
Lindemann: No, no. Ese es un delincuente sexual que
canta sus disculpas por sus acciones. Ese es un personaje lírico en el papel.
Die Welt: Werner Lindemann murió hace veinte años.
¿Cree que a él le hubieran gustado los poemas de su hijo?
Lindemann: Él estaría orgulloso de que yo –“seguí sus
pasos”- entre comillas. Después de todo, con dos libros. Pero también habríamos
tenido pleitos terribles. Debido a sus orígenes y su historia, él no se
permitiría usar ciertas palabras en los poemas. Joder, mierda y culo, por
ejemplo; ni hacer juegos de palabras malintencionados, o usar palabras
inventadas, neolingüismo.
Die Welt: A él le gustaba mucho usar palabras
antiguas, olvidadas como Roggenmuhme.
Lindemann: Sí, en ese caso. Él quería salvar una figura
legendaria: una muñeca de la suerte, hecha de paja, que se hacía durante el
tiempo de cosecha de centeno, para que las semillas llegaran a buen término y
se mantuvieran alejados los cuervos.
Die Welt: En su
poema ”Kindheit” (Infancia), afirma: «Las costras de las primeras
heridas / Se quedan gustosas pegadas al alma» ¿La poesía debe ser sobre
vivencias personales per se?
Lindemann: Depende de cuánto quieras hacer una
introspección. Yo siempre trato de hacer cosas que hablen de lo que hacen los
demás, y luego me doy cuenta de que me estoy refiriendo a mí mismo. Un círculo
vicioso, como el gato que se muerde la cola.
Die Welt: ¿Cuál es la mística tras las letras de
Rammstein exactamente? ¿Sirven para dar voz a algún personaje, como el
carnicero caníbal, o son el fin en sí mismas?
Lindemann: En el escenario, tiene que ser así. Dado que
estoy interpretando un papel, uno tiene que poner mucho de sí mismo en él para
actuar convincentemente, como en el teatro. Pero esos personajes están lejos de
mí, en realidad.
Die Welt: ¿Suele leer su poesía en público?
Lindemann: Sí. No hay nada peor y más aburrido que leer
poemas en voz alta, solo. No es que ocupe una técnica demasiado “cerrada” al
escribir; digo, tampoco estoy creando ningún “Fausto”. Además, también tiendo a
transformar los “grandes eventos” de la actualidad en cierto tipo de circo, para
distraerme,
Die Welt: Usted fue, sin duda alguna, un gran fan de
las interpretaciones de poesía en la escuela.
Die Welt: ¿Bushido le parece un desencanto?
Lindemann: No, no es para tomarse en serio, lo digo
sólo por diversión. En Escandinavia y Rusia, algunos textos Rammstein se usan
en clase de Alemán. Los estudiantes pueden recitar con fluidez algunas partes
y, si Dios quiere, incluso pueden encontrarlos graciosos si los entienden.
Die Welt: Rammstein probablemente ha hecho tanto por
la difusión mundial de la poesía alemana como el propio Instituto Goethe. Hasta
los franceses tratan de imitar el fuerte acento cuando cantan “Du hast”,
declamando al unísono.
Lindemann: Esto es realmente un punto de vista
interesante, y me pone la piel de gallina al mismo tiempo. ¡Qué caso el de los
franceses!
Die Welt: Usted vive en el campo. ¿Por qué no
escribe poesía sobre la Naturaleza?
Lindemann: Nunca me lo he preguntado. Tal vez este es
un espacio sagrado que no quiero profanar. El último refugio virgen. La
Naturaleza es algo bueno para mí. Seguridad y tranquilidad. Por otra parte, no
hay nada que me inspire a escribir. Lo que me interesa más son otras cosas; los
abismos del alma, el disgusto, lo que hace que la vida no valga la pena, lo que
hace llorar. Una vez que salgo de ese oscuro sótano, vuelvo a la Paz de la
Naturaleza. Contemplación. Puedo sentarme por horas a solas en algún lugar y
mirar a un árbol. Siempre me ha gustado vagabundear en paisajes como un
observador de aves, árboles y arbustos. Ciertamente, la necesidad de este
descanso tiene que ver con mi trabajo principal. Me gusta escudriñar todo el
día en mi granja, acarreando cosas del punto A al B, plantar flores en macetas,
hacer una mesa aquí y una estantería allá, deambular por la madrugada en el
pueblo, e ir a dar una mano de pintura a las viejas cruces del cementerio.
Die Welt: ¿Qué te interesa de los abismos del alma
de los humanos?
Lindemann: Puedo escribir sobre eso. Puedo provocarlo.
Mientras más personas se molestan con lo que escriba, eso es lo que me inspira
más, lo que es tabú, lo que es denso. Me gusta ir por la vida con esa etiqueta
de “sólo para mayores de 18”; fue un “logro” entrar al índice de los materiales
prohibidos.
Die Welt: Su madre, Brigitte “Gitta” Lindemann, es
una periodista cultural. ¿Qué piensa ella de la poesía?
Lindemann: En su trabajo, ella es muy meticulosa y
detallista al extremo; muy crítica. Pero ella está feliz y orgullosa de
que soy, aunque haya “salido a mi padre”. Mi vida ha pasado entre los programas
culturales de radio de mi madre y las tertulias literarias de mi padre. Ahora
que él no está, mi madre vive también en el campo, en Rostock. Mi madre, aún
hoy en día, con 74 años a cuestas, dirige un café literario en Schwerin. Por
años, ha trabajado de forma muy comprometida. Incluso me pidió que leyera los
poemas allí.
Die Welt: Usted fue un joven atleta, distinguido en
la natación, y luego pasó a ser aprendiz de carpintero y tejedor de cestas.
¿Fue también eso una rebelión contra el mundo de la clase media educada de la
RDA?
Lindemann: Me iba demasiado mal en la escuela. Por
supuesto, todo el mundo habría disfrutado si hubiera estudiado de forma
profesional pintura, literatura y esas cosas. Como eso no era lo mío, empecé a
trabajar en un puesto de artesanías. Mis padres me llevaron a un taller de
cerámica. Pero seguía teniendo empleos temporales, como aprendiz de albañil en
una unidad habitacional del Estado. Con eso, ganaba suficiente para vivir bien.
Luego trabajé por un año en una cadena de montaje. Luego tuve otros trabajos
calificados, fui al campo y me dediqué a hacer ruedas de carretas, luego
trabajé en una cooperativa agrícola; hacíamos herramientas sencillas y mangos
de palas, manualmente.
Die Welt: En la música de Rammstein y también en sus
poemas se encuentra una gran rabia.
Lindemann: La rabia ya no está, al menos por ahora.
Sigo trabajando en lo que me ha hecho feliz. No sé por qué tendría que seguir
estando enojado. La vida trae siempre ciertos percances con ella. Uno puede
darse a la depresión, a la bebida o ir y golpear a alguien. La rabia me ha
ayudado en los pasados veinte años, para sentarme, inspirarme y escribir algo.
Tensiones liberadas. Tal vez es sólo el deseo de mostrarle a los
padres: «Yo puedo hacer eso y aún mejor». Aunque siempre hemos hecho lo
que a nuestros padres no les gustaba, como vestirse como un punk y escuchar
música estridente. Sin embargo, a nuestros padres les habría gustado esa onda a
los 18 años. Mientras tanto, Rammstein es tan “mainstream”. Recientemente,
en nuestro concierto en Wolfsburg, el consejo directivo de VW se sentó frente a
nosotros. Pero si hace veinte años hubiéramos tocado este mismo show para mi
madre, quizá la habríamos sorprendido lo suficiente como para hacerle creer que
seríamos exitosos.
Die Welt: Gottfried Benn sufrió por la era moderna.
En su caso, Usted tiene poemas contra la obsesión con la belleza y la búsqueda
del sentido.
Lindemann: En ”Hare Krisha”, me pongo en la
tradición de las bromas religiosas, paso por todo el sinsentido de Yoga y la
desintoxicación espiritual y pensar que alguna vez, ese era yo… en algún
momento, llegó a ser demasiado.
Die Welt: Ahora tiene cincuenta años y vienen las
preocupaciones acerca de su edad. Por eso de que le gusta, digamos, escribirles
a mujeres más jóvenes. El bulevar estará contento.
Lindemann: No me importa para nada la edad. Simplemente
pasa y ya. En una forma u otra, todos pasamos por ello… Flacidez de la piel,
ojeras, no todo funciona… Pero no estoy solo.
Die Welt: ¿Se siente menospreciado como humorista?
Lindemann: No, estoy muy feliz de que mis bromas no
todo el mundo las entienda. Es divertido quedarse fuera y no tener que jugar
siempre con los necrófilos de la cripta.
Die Welt: «Es algo muy, muy bueno / Si alguien
entiende tu Arte», dice al final del libro.
Lindemann: Me da gusto, cuando logro tener un impacto
en alguien, aunque duela. Pero también me da mucho gusto, he de confesar, si
alguien lee un poema mío y se siente profundamente comprendido.
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